En 2010, durante los Juegos Olímpicos de Vancouver, estaba viendo un día la tele sin más y haciendo zapping llegué a un partido de curling en Teledeporte. Jugaba Noruega y me llamaron muchísimo la atención, como no, sus originales pantalones. Fue un amor a primera vista, vi ese partido (no recuerdo el rival, sinceramente) y me enamoré tanto del equipo como del deporte.
En ese momento estaba en el peor momento de mi depresión y el curling, el equipo de Thomas Ulsrud y sus pantalones me hicieron feliz lo que quedaba de competición por lo que fue maravilloso para mi que consiguieran la medalla de plata.
Desde entonces les he seguido en cada torneo. Campeonatos de Europa, Mundiales... El momento más triste que recuerdo es el día que quedaron fuera de los Playoff de Sochi en un dramático tie break ante Gran Bretaña, reconozco que lloré, literalmente no hubo forma de consolarme en todo el día pero incluso ese día me sentí muy orgullosa de Thomas, Torger, Christoffer y Havard. El más feliz, por supuesto, es el Campeonato del Mundo que ganaron en Beijing, también lloré pero esta vez de alegría y emoción. Cuando anunciaron que iban a competir un ciclo olímpico más sentí que era un regalo y así es como estoy viviendo los Juegos Olímpicos de PyeongChang, cada partido que veo, pese a que su balance ahora mismo es de una victoria y dos derrotas, es un regalo para mi, un bonus track. Mi corazón se resiste a considerarlo una despedida pero siendo realistas, lo normal es que lo sea, y me duele ver como en este momento la lucha por las medallas se ve lejana.
Quiero mucho a este equipo, más de lo que jamás en mi vida volveré a querer a un equipo o un deportista. Con ellos he reído, he llorado, he sentido como nunca y me duele ver como la mala suerte les ha jugado ya un par de malas pasadas en la competición olímpica. Aún tengo esperanza porque nunca voy a dejar de creer en ellos y si esto es una despedida, dulce o amarga, voy a estar con ellos hasta el último suspiro.
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