Del 16 al 29 de enero se celebró el Open de Australia, siendo como cada año el primer gran torneo de la temporada de tenis. Como siempre estaba expectante por ver como les iba a mis tenistas favoritas (Radwanska, Safarova, Strycova…) y como todos acabé amando uno de los cuentos de hadas más bonitos que he visto desde que soy aficionada al deporte: el de Mirjana Lucic-Baroni.
Me sonaba su nombre, por supuesto, de verla en los cuadros de los torneos, rara vez más allá de primera o segunda ronda y poco más. De repente ganó su encuentro de primera ronda contra la búlgara Tsvetana Pironkova y se convirtió en la rival de Agnieszka Radwanska en segunda ronda. Me alegré porque a priori Pironkova era una rival más dura para Aga pero luego, viendo el partido reconozco que Lucic-Baroni eliminó a Radwanska de forma merecida. Simplemente tenía más deseo de ganar y lo mostró con su juego. Y así, por las buenas una jugadora de 34 años que no pasaba de primera ronda en el Open de Australia desde 1998 había llegado a tercera ronda derrotando a la cabeza de serie número 3 del torneo. En ese momento decidí que valía la pena seguir su andadura, ver hasta donde era capaz de llegar con su deseo, con esa ilusión que desprendía, digna de una rookie de 16 años que acude por primera vez a un Grand Slam. Según pasaban las rondas y MLB iba dejando rivales por el camino (Sakkari, Brady, Karolina Pliskova…) su historia se hacía cada vez más increible y emocionante al mismo tiempo. Y de repente se convirtió en total protagonista siendo la rival de Serena Williams en semifinales. Ganó Serena, como era de esperar, pero para entonces Lucic-Baroni se había ganado ya el corazón y el respeto de todos los aficionados al tenis. Recuerdo madrugar para ver el partido, no porque esperara un milagro, pero pasara lo que pasara quería verlo. Y mereció la pena solo por ver como justo después del partido se convirtió en la reina del Rod Laver Arena en un momento inolvidable, precioso… un final inmensamente feliz para un bello cuento.
Escribo estas líneas casi dos meses después, cuando la exigencia del calendario tenístico ha dejado ya Australia muy atrás en el tiempo y en la memoria porque hay historias que merecen ser recordadas de vez en cuando.
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